Casa Ovidio,
1951-1982
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En 1940 vino a Sevilla un joven Ovidio Roig Fernándezal que al retirarse del fútbol en 1951 invirtió sus ahorros, en tomar el traspaso de este local, al que cambió el nombre por el de Casa Ovidio.
En 1940 vino a Sevilla un joven natural de Peñarroya (Córdoba) llamado Ovidio Roig Fernández, para hacer el servicio militar. Al terminarlo y como era buen deportista, fichó en el equipo de fútbol del Sevilla C.F. donde permaneció varios años como jugador.
Se casó en Sevilla, y al retirarse del fútbol en 1951 invirtió los ahorros que había guardado, en tomar el traspaso de este local, al que cambió el nombre de “La Covadonga” por el de Casa Ovidio. Por esos años también cambió de nombre la calle pues dejó de llamarse Panecitos para llamarse Calle Manuel Font de Ant en memoria del célebre músico, autor de la marcha procesional “Amargura” himno de la Semana Santa Sevillana.
La proximidad de la iglesia de San Lorenzo, y la circunstancia de que la Hermandad de la Soledad carecía de Casa Hermandad, motivó que muchos cofrades, después de los cultos, se reunieran en Casa Ovidio para charlar y tomar unas copas.
Viendo, como decimos, que la Soledad carecía de Casa Hermandad, el Director del Conservatorio de Música D. Norberto Almandoz cedió un local en el sótano del conservatorio para guardar el “paso” y todos los enseres procesionales de la hermandad. Dicho local se convirtió prácticamente en Casa Hermandad, donde los viernes, tras los cultos se celebraban reuniones literarias cofradieras, con la participación de Joaquín Romero Murube, Antonio Petit, Miguel García Posadas, Luis Ortiz Muñoz y otros conspicuos cofrades, así como el historiador José María de Mena, y el profesor de Declamación del Conservatorio Sebastián Blanch, reuniones en las que se disertaba sobre temas cofradieros, se recitaban poemas y todo ello se acompañaba de las clásicas copas de manzanilla y tapas de queso y jamón que se traían de la cercana Casa Ovidio.
En 1982 al producirse el incremento de la delincuencia y la consiguiente inseguridad ciudadana, la tienda de Ovidio fue asaltada por los ladrones varias veces por lo que su dueño cansado de los repetidos robos decidió traspasarla, y así pasó a manos de Vicente Romero y Hermanos, jóvenes hijos del médico D. José Romero que vivía enfrente.
Texto:
José María de Mena Clavo